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HISTORIA

El vino es historia y es ciencia, pero sobre todo es valentía. Podemos avanzar en técnicas y conocimientos, pero ese avance solo cobra sentido cuando alguien tiene el coraje de ponerlo en práctica, de ir en contra de lo establecido si es necesario, para hacer del vino algo que inspire y perdure. Innovar significa asumir el riesgo de desafiar las tradiciones, porque solo así el vino sigue vivo, y sigue evolucionando.

Enamorado del campo y de las vides, Diego dedica el resto de su vida al estudio de la viticultura y la elaboración de vinos, desconfiando en los años venideros de las técnicas locales, con las que se elaboran vinos ordinarios, de pronto consumo, que llegado el verano se avinagran. Las posibilidades de venta se reducen, por tanto, al comercio local, lo que supone un problema para dar salida al exceso de vino que se produce en el momento.

Reunidos Manuel, Diego y su cuñado Andrés deciden que el futuro no pasa por arrancar viñedo, sino por hacer un nuevo tipo de vino, al estilo francés, que pueda ser embarcado y permita abrir nuevos mercados. Tras esa reunión Manuel viaja en 1786 a Burdeos para estudiar el método francés. A su vuelta, redacta el clérigo la recién descubierta técnica en su Receta pa hazer el Bino de Bordeus, presentando en Bilbao las conclusiones de su viaje.

PIONEROS ENTONCES

MANUEL QUINTANO, EL PIONERO.

Manuel Quintano nace en Labastida, el 2 de enero de 1756 en el seno de una acomodada familia. Desarrolla sus estudios en Bayona donde pronto siente una gran vocación religiosa. A los 26 años es nombrado Canónigo de la Catedral de Burgos.

De entre sus siete hermanos guarda una relación especial y más estrecha con Diego, coronel del ejército, que resulta herido en Gibraltar en 1782, formando parte del Sexto Batallón de Reales Guardias de la Infantería Española. Inutilizado para la vida militar al haber quedado dañado en una pierna se retira a su patria, Labastida, donde vive gracias a una pensión de 1.200 maravedíes que se le asigna.

Ya en Labastida, los hermanos Quintano se ponen manos a la obra obteniendo en su primera cosecha “un vino de pasto de lo más agradable a la vista y al paladar”, gracias a la introducción de la barrica, el trasiego periódico, el azufrado y la vinificación sin raspón, técnicas inéditas hasta esa fecha en la zona. De ese primer vino envían unas pocas botellas por barco a Londres, a unos amigos de la familia, para comprobar cómo se comporta. El resultado no puede ser más satisfactorio.

En 1790 consiguen una autorización del Rey Carlos IV para seguir elaborando sus vinos con el método bordelés y poder comercializarlo tanto por el reino como en el extranjero.

Se embarcan con destino a La Habana y Veracruz 10 toneles y por primera vez, 1200 botellas de vino encorchadas y envueltas en paja.

El 27 de marzo de 1800, Manuel Quintano es nombrado Deán de la Catedral de Burgos. Se empieza a hablar por aquel entonces de “los vinos del Deán”, o de vinos “al estilo Deán”.

Pero los cosecheros de Labastida continúan con la tradicional manera de elaborar, estableciéndose en 1801 medidas que mitigan el camino abierto por los Quintano y siendo estas recurridas por el clérigo Manuel. Tanto es así que de 1802 a 1806 se mantiene abierto un pleito entre este y los cosecheros y la villa de Labastida.

Posteriormente, tanto la guerra como la ocupación francesa terminan de rematar la obra iniciada por el Deán Quintano. Al poco de concluirse la guerra se retira a Llodio, donde muere el 16 de junio de 1818. Sin duda, un triste final para un adelantado a su tiempo.

La derrota sufrida en vida empaña, en cambio, su gran victoria a título póstumo, dejando un legado enológico que todavía hoy pervive en nuestra región y cambiando al mundo entero la mentalidad sobre el potencial de envejecimiento de los vinos de Rioja Alavesa.

LO QUE NO MURIÓ, FUE SU TALENTO NI SU SUEÑO PROYECTADO HACIA LA ELABORACIÓN DE UN VINO QUE RETÓ AL PASO DEL TIEMPO, Y SENTÓ LAS BASES Para que otras figuras relevantes, y posteriores a él, tomaran el testigo.

Hay personas que con su intuición, su talento, su genio o alguna hazaña singular, consiguieron cambiar el curso de la historia. En Rioja Alavesa, eso ocurrió en el año 1786.

Hoy Manuel Quintano tiene mucho que decir todavía, comprobarlo es solo cuestión de tiempo. Por ello, en Manuel Quintano Labastida trabajamos de forma incansable, para mantener su legado vivo. Pioneros entonces, pioneros ahora.

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